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«The currency» ¿piromanía o criptopelotazo?

¿Todavía no te has enterado? Este 11 de octubre Damien Hirst va a prender fuego a casi 5.000 de sus obras creadas durante el último año. Primero, serán expuestas en su galería para, después, ser quemadas. 

¿Por qué? Este es el culmen de su último proyecto “The currency”, el cual lleva más de un año en pie de guerra, desde el 13 de julio de 2021. Fue en esa fecha cuando Hirst decidió poner a la venta 10.000 NFT por una cantidad de 2.000 dólares cada uno, un precio demasiado bajo para ser firmado por este artista. Cada NFT había sido creado en base a un original, realizados en 2016, con variaciones de puntos de colores y bajo el título “Tender”.

Un mes más tarde, en agosto de 2021, dio la posibilidad a sus compradores de cambiar el NFT por la obra física original correspondiente, pero nunca podrían tener ambos. Aquí los coleccionistas comenzaron a pensar en las ventajas e inconvenientes que tenía poseer cada uno de ellos. Poseer el NFT tenía como ventaja que las próximas ventas serían más rápidas y los precios ascenderían; como desventaja, su volatilidad y futuro tan incierto. Por otro lado, adquirir el original tenía la ventaja de ser una inversión segura; la desventaja, tener que contratar un seguro carísimo por poseerla y arriesgarte a no dar el “criptopelotazo”. Algunos compradores lo discutían con la almohada, mientras otros le pedían al propio Hirst que lo decidiera al azar él mismo tirando una moneda.

Entonces, ¿qué es mejor, el NFT o el original físico? El mercado lo tiene claro, pero no por mucho, porque finalmente los números son: 5.149 físicos y 4.851 NFT, “lo que significa que tendré que quemar 4.851 licitaciones físicas correspondientes”, declaró Hirst en julio de este año. Después, publicó un hilo en Twitter diciendo que 1.000 de los NFT restantes le pertenecían personalmente y que había decidido conservarlos “para mostrar mi 100 por ciento de apoyo y confianza en el mundo del NFT”.

Si te lo estás preguntando, sí, todavía se pueden adquirir los NFT de “The Currency” en el mercado secundario, actualmente se venden por un valor de 7.500€. Pero, ¿con cuál te quedarías?

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«Can’t help myself» obra viral

¿Todavía no has escuchado hablar sobre este robot? Durante los últimos meses esta pieza artística y tecnológica ha dado mucho que hablar a raíz de una publicación viral en Twitter “Ninguna obra de arte me ha afectado emocionalmente como esta pieza de brazo robot”.

La pieza, titulada Cant’ help myself («No puedo evitarlo») fue creada en el año 2016 a través de una solicitud del Guggenheim de Nueva York a los artistas Sun Yuan y Peng Yu. Querían exponer esta obra en la exhibición “Tales of Our Time”.

Dando como resultado este gran brazo robótico inserto en el centro de un recinto cerrado de 36 metros cuadrados, con paredes acristaladas y suelo blanco. El suelo casi se cubre por completo de un líquido teñido de color rojo que se asemeja a la sangre. Mientras que el robot, con un sensor de movimiento y proximidad, tiene la tarea de arrastrar con su pala todo el líquido derramado a su alrededor y acercarla a su área de proximidad.

Pero aquí viene la parte triste de la historia, en 2016, cuando la obra se puso en marcha, los vídeos de los espectadores que lo grababan muestran a un robot entusiasmado en su tarea, que casi parecía bailar mientras limpiaba la sala, sin distraerse ni un solo momento excepto para saludar e interactuar a los espectadores que lo observan. Pero, en 2019, durante la exhibición de esta pieza en la Bienal de Venecia, otros vídeos muestran como el robot ya no tenía el mismo humor, ahora casi desesperado se movía de una manera más lenta y su eficacia no era la misma. Además, ya no interactuaba con los espectadores, sus interacciones eran negaciones de cabeza y gestos de desesperación y cansancio. Como si el propio robot se hubiera dado cuenta de que nunca iba a ser capaz de terminar el cometido para el que había sido creado, limpiar la sala por completo de esa pintura roja.

El deseo inicial de esta obra era crear un robot que pudiera reemplazar la voluntad de un artista al hacer una obra y cómo podrían hacerlo con una máquina. Para llevar a cabo su tarea, los artistas junto a dos ingenieros robóticos, programaron 32 movimientos diversos en el brazo robótico. A través de los cuales el robot es capaz de decidir a su antojo cuál de ellos prefiere ejecutar para llevar a cabo su cometido con mayor rigor.

Pero el significado de la obra no sólo reside en la empatía que, como espectadores, sentimos hacia el robot. Esta pieza establece una crítica conceptual y sociopolítica sobre los problemas contemporáneos que rodean la migración y la soberanía. Al mismo tiempo, las huellas de los trazos de pintura roja que deja el brazo en el suelo hacen referencia a las manchas de sangre provocadas por la violencia de los territorios por vigilar y proteger las zonas fronterizas. Una crítica a todos aquellos planes políticos que pretender trazar más fronteras entre países y, también, al creciente uso de la tecnología en nuestra sociedad.

Son muchas las teorías que han convertido a esta obra en una de las más virales de este año. Las redes sociales han generado un sinfín de comentarios y teorías por las que los artistas Sun Yuan y Peng Yu no han querido pronunciarse al respecto puesto que la obra no está basada en el simbolismo y está abierta a la interpretación.